Fue un día muy extraño el dia que me enteré que mi bicicleta había sido robada. Nunca creí que eso sucedería, y mucho menos que algún extraño entraría en mi casa con la intensión de encontrar algo valioso para robar. Creí que eso solo le sucedía a otras personas, pero nunca, bajo ninguna circunstancia, me podría pasar a mí.
Estaba meditando frente a la ventana de mi habitación. Recuerdo que fue un domingo por la tarde. Me desoncentré por un momento, y empecé a observar mi alrededor. Todo se veía tan pacífico, tan especial. Todo era tranquilidad hasta que me obsesioné con un punto en mi ventana, un lugar desde donde solía ver mi bicicleta, ahí donde la guardaba cada que regresaba de algún lugar.
Por un momento creí que algún miembro de mi familia la había movido, por alguna razón a cualquier otro rincón de la casa. Busqué por todos los lugares posibles, pero sin éxito. Llegó el momento de preguntarle a mi familia si alguién la había visto de casualidad, que si alguien la había movido por alguna razón. Nada. Nadía la había visto por días y nadie la habría movido sin haberme avisado al respecto.
Por un momento me quedé sin respiración. Esa bicicleta fue lo primero que me compré con mi primer salario de adolescente. Esa bicicleta estuvo conmigo durante ocho hermoso años. Me llevaba a la universidad y me llevaba al teatro. Me llevó al trabajo, y a la casa de la abuela… y de pronto, sin saberlo, ya no estaba.
Después de golpear la nostalgia, la impresión más fuerte se la llevó la idea de inseguridad. Alguien, una o más personas, forzaron la cerradura de la puerta, entraron a la casa y se llevaron un objeto valioso y visible. Nadie los escuchó, nadie se percató de que la cerradura había sido forzada.
Me enteré que los ladrones utilizan múchos métodos super discretos para no dejar huellas de su paso. Me asusté un montón. ¿Y si se llevaron más que solo mi bicicleta? ¿y si hubiesen lastimado de alguna manera a algún miembro de mi familia?
Me sentí furiosa e impotente. Supe que era momento de actuar. Sabia que no había manera de recuperar a mi amada bicicleta, pero sabía que estaba en mis manos aumentar los niveles de seguridad de mi hogar.
Lo primero que hice fue buscar en internet algún sitio que me diera toda la información necesaria para seleccionar la mejor cerradura de seguridad según mis nuevas necesidades. Encontré muchísimas opciones de cerraduras para puertas exteriores e interiores que ofrecen alarmas de seguridad integradas.
Fue un alivio conocer que con una cerradura invisible por ejemplo, tengo la posibilidad de recibir notificaciones en mi móvil cada vez que mis puertas son abiertas. Y en caso de que mis puertas sean manipuladas sin haber accedido por los mecanismos de seguridad, una potente alarma se activaría.
Ese es el primer cambio radical en seguridad. Lo hemos probado una y otra vez. Durante la primera semana de haber instalado la cerradura, probado qué pasaría si alguién empuja la puerta sin haber desactivado la cerradura invisible. Fue grandioso saber que la cerradura con alarma de seguridad empezó a sonar y que mi móvil recibió una señal de alerta.
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